“Los adultos muestran a los niños en las redes como un objeto. Parece algo bello y bien intencionado pero no piensan en sus derechos, no piensan al niño como un sujeto y los chicos no tienen cómo defenderse. Los padres caen en la trampa narcisista de mostrar al niño como un logro, como un trofeo, y no dimensionan los riesgos”, explica Almada.
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